Chase rió burlonamente sin achantarse ante aquellos treinta jóvenes que ni una sola posibilidad tendrían contra él.
—¿Has oído Spicer? —Preguntó divertido por la situación— Te vistes como una puta y se creen que eres mi novia.
Aquel comentario hirió gravemente al pelirrojo, su momentáneo calentón se había ido, y ahora sus piernas temblaban por el miedo a quedar solo con aquellos maleantes. Estaba claro que Chase no iba a defenderle…y daba gracias a que su madre había ido por lo pronto a buscar aquella maldita tienda de lencería.
—Ey remilgado. Si no quieres a esa puta nos la quedamos nosotros —hablaron vario casi a coro, como si se leyeran la mente los unos a los otros.
De nuevo tras un tenso silencio Chase volvió a reír mientras discretamente y como podía Jack intentaba escapar de aquella situación.
Podía pasar por alto que el inmortal lo humillara públicamente…bueno, podía pasar por alto todo lo que Chase le hiciera, fuera o no doloroso para él, pero no quería que su culo fuera a ser rifado entre treinta tíos con malas intenciones.
“Un poco más…unos pasos más” Pensó mientras se veía próximo a una salida. No se dio cuenta de que le seguían, estaba más concentrado en huir que en lo que había a su alrededor.
No supo como pasó, el escándalo de la pelea…los gritos de dolor mientras Chase se deshacía uno por uno de aquellos tipos, los fuertes pasos de la multitud al alejarse de aquella pelea y el fuerte dolor en sus muñecas antes de que alguien le empujara contra la pared de uno de los probadores al que le habían arrastrado a la fuerza.
Tardó unos segundos en abrir los ojos a consecuencia del dolor, y cuando lo hizo estaban llorosos y su mirada desenfocada.
Fuera seguía escuchándose aquel horroroso escándalo, dentro, alguien estaba quitándole aquel corto vestido y agobiándole mientras su vista se enfocaba de nuevo y trataba de vislumbrar quien le tenía en aquella situación.
Sintió sus piernas fallar pero no llegó a caer al suelo debido al fuerte agarre que tenía en sus muñecas. Su corazón desbocado por la ansiedad parecía a punto de llegar a su límite cuando el frió filo del acero se posó en su cuello.
—Más te vale no gritar o no volverás a hablar— era una voz rasposa con un aliento húmedo que llegó directamente a su cuello.
Su piel se puso de gallina y en un intento por liberarse trató de removerse y zafarse del agarre, era imposible, su escasa fuerza no podía compararse con la de aquel tipo…