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 El Chico y La Bestia: Capítulo 1

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Manny Heatlook

Manny Heatlook


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El Chico y La Bestia: Capítulo 1 Empty
MensajeTema: El Chico y La Bestia: Capítulo 1   El Chico y La Bestia: Capítulo 1 Icon_minitimeMar Feb 11, 2014 7:43 pm

Hola, ¿qué tal? UvU

Bueno, principalmente, no planeo igualar la cantidad de capítulos que carga el fic en fanfiction.
"¿Por qué?" Porque por alguna razón lo público ahí. >,> pero, cada cierto tiempo publicaré la continuación y si alguien quiere leerlo de una vez, mi página de FF está en mi nota ábajo. VVV
Sin más, el capítulo uno.

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La Rosa Albina

Había ya hace mucho tiempo, un muy guapo príncipe guerrero se había vuelto egoísta y conveniente, pero al ser la mera autoridad del reino, nadie objetaba y seguían con sus caprichos al pie de la letra. En uno de sus días, a las puertas del palacio, un viejo viajero pedía por ver al príncipe, este aceptó y le recibió. Sin decir nada, este en seguida le ofreció una hermosa rosa blanca. Blanca en todos los lados, los pétalos eran de leche, su tallo de hueso y sus espinas como la nieve. Era albina. El príncipe, horrorizado por la imagen, negó el obsequio y le hecho del palacio. Al estar afuera, el viejo en seguida se transformó en un joven monje, haciéndose llamar el Gran Maestro Dashi, para sorpresa del príncipe. El monje no se sorprendió cuando en seguida se le ofreció disculpas y pidieron por la hermosa rosa blanca. Pero el monje se negó al dársela diciendo que no era digno de recibir un presente de su parte, que por la manera en la que lo trató antes, sería castigado. Dicho esto, en seguida, el príncipe se transformó en una horrible bestia. –No regresarás a tu forma original hasta que alguien te acepte y te ame por como luces por dentro. –declaró el monje antes de desaparecer y dejar la rosa albina a los pies de la bestia.
Desde entonces, el guerrero se quedó condenado a estar con la imagen de una horrible bestia, feroz y agresiva y para desgracia de él, no podría ni morir, puesto se había vuelto inmortal, estaba condenado por toda le eternidad.
Con el tiempo, su hermoso palacio se oscureció y ya nadie habitaba en él. Los rumores hablaban de una bestia que vivía ahí en compañía de espíritus de grandes guerreros. Pero esto, se había convertido en la historia que se contaba antes de dormir para los niños, la disfrutaban y era algo tan cotidiano, que el castillo pasó a ser solamente un adorno al fondo del reino.
Décadas más tarde, el palacio se olvidó a los ojos del reino, y la novedad cayó en la familia real del reino de alado. Los Spicer. Una familia muy noble y bendecida por muchos dones, puesto el matrimonio Spicer acaba de dar a luz a su primer hijo, Jackson, un albino. Eso era inusual, su cabello y piel eran de color blanco como la nieve y sus ojos era rojos como rubíes, preocupados por el futuro del niño, la reina pidió que se le hiciera una predicción, pero para que sea aun más acertada, pidió por la bruja más talentosa que hay; Wuya.
Para sorpresa de los Spicer, la bruja dijo que el pobre niño estaba maldecido, que sus ojos harían que estuviera en peligro constante y que el sol de este reino sería su enemigo. Asustados y desesperados, preguntaron si había alguna solución al problema de su príncipe, pero Wuya negó diciendo que si se quedaba en el reino el niño moriría pronto. Desolados, los reyes pensaron en otra solución, preguntaron a la bruja que sí llevarlo lejos ayudaría en algo,  –Mándelo lejos, dónde éste sol no le alcance. –declaró Wuya con fuerza frente a los reyes.
El rey Niclaus Spicer, con el corazón roto, mandó a su hijo al otro lado de la montaña, en el reino de alado, en el Monasterio Xiaolin, en dónde lo dejaría bajo el cuidado del monje Fung, quién era la cabeza del monasterio, ahí crecería y se educaría hasta que encontrara alguna manera de romper su maldición. El monje, sin ningún problema, aceptó al albino diciendo que sería tratado por igual ante todos sus huérfanos. Los reyes aceptaron siempre y cuando, mantuviera a Jackson lejos de su peligro constante, y Fung recibiera una cierta paga para poder mantener al niño, para sorpresa del Monje, la paga que recibía por parte del matrimonio Spicer era más que suficiente para cuidar diez veces más la cantidad de niños que tenían en el monasterio. Fung aceptó encantado, por supuesto.  
Decidido así, el príncipe Spicer comenzó a vivir y a ser criado por los monjes junto con los huérfanos. Ahí mismo le enseñaron a escribir y a leer, y con el tiempo comenzaron las clases integrales y acceso libre a la enorme biblioteca que tenía el monasterio.
El albino creció con otros cinco niños, los cuales empezaron a llamarle Jack por causa de los monjes. –Ocultemos su nombre, nadie debe de saber quién es hasta que el momento llegue. –acordaron, pero Jack y los otros niños no tenían ni idea de porqué. Para que el príncipe se quedara oculto, los monjes tuvieron que recurrir a muchas cosas, que por desgracia no eran de su agrado, puesto los Spicer no se la dejaban fácil. Cada año, al cumpleaños del niño, sus padres mandaban hermosos y caros obsequios, pero por discreción de parte de los monjes, jamás los recibió. Para el pasar de los años, Jack creció en compañía, como si fuesen hermanos, con sus diferencias y especialidades.
Y esto se dio a conocer cuando el príncipe cumplió tan solo los seis años. En la enorme biblioteca del monasterio, Fung había estado buscando a Jack cómo loco, por un momento pensó que algo horrible le había sucedido, pero todo su estrés se esfumó cuando lo encontró en el suelo leyendo libros de la sección de ciencias. Parpadeando rápidamente, Fung se quedó plasmado al ver que el niño leía rápidamente el libro y parecía comprenderlo sin problemas. Ese día mandó una carta al matrimonio Spicer para darles las noticias de que su príncipe era todo un genio. Y para agregarle aun más sorpresas sobre el ingenio del niño, el chico se encontraba tratando de crear artefactos para mejorar la vida cotidiana. Para el par de años, ya había un nuevo sistema de iluminación en el monasterio hecho por Jack. Los monjes estaban orgullosos.
Pero, aparte de la educación integral que recibía, él tanto como sus compañeros, empezaron a ser educados en las artes marciales que regían el Monasterio Xiaolin, pero fue una sorpresa para todos, tanto para Jack, que él no era capas de realizar actividades físicas pesadas. Puesto, cada vez que trataba de hacerlo, el peligro constante le asechaba hasta el punto de que Jack no podía tener clases sin tener una herida, sin importar que sea grande o pequeña, para lo que apuntaba que era parte de la maldición, es que ninguno de sus compañeros fue el responsable de esas heridas. Con ello, todos en el monasterio, como sus compañeros llegaron a la conclusión de que Jack no podía hacer ninguna actividad marcial, o moriría.
Sin importar lo que hiciera, Jack no dejaba de ser diferente.
Para antes de que el Monje Fung se diera cuenta, sus niños ya habían entrado a la adolescencia cuando sus personalidades empezaban a florecer de manera agresiva, haciendo que cada uno de los chicos chocara con todos.
El primero que mostró el cambio fue el más travieso de los seis niños, Raimundo. Juguetón, aventurero y rebelde. Lo primero que hizo fue incitar a sus amigos a salir del monasterio a jugar al pueblo, con su nueva fuerza y su estirón, podía saltar los muros a media noche, pero la mayoría se había negado por obedecer a Fung… Tres monjes tuvieron que ir a buscar a Raimundo.
El siguiente, que por cierto fue seguido, fue Clay. De la nada, para sorpresa de absolutamente todos, el joven se estiró de todos lados. De pecho y espalda ancha y aun más alto que Raimundo, su voz comenzaba a cambiar. Clay ya era considerado un adulto joven, sin mencionar que estaba comenzado a madurar a su manera.
Sin quedarse atrás, Jack cambió casi al mismo tiempo que Clay, pero completamente diferente. También se dio un estirón, pero se estancó a unos centímetros bajo Raimundo para terminar con una figura esbelta y una cintura pequeña para ser un chico. Cómo esperaban, no estaba hecho para actividades fuertes.
Quién le siguió de raya fue la niña del grupo, Kimiko. Ella no se dio ningún estirón necesario, sino que todo sucedió como debía, su cadera se hizo notar y su pecho se suavizo, sus ojos se volvieron soñadores y sus labios se ruborizaron. Toda una mujer.
Mientras tanto, los jóvenes del grupo aun seguían en la lucha contra la pubertad, Omi, el más joven estaba todo el tiempo acompañado de su mejor amigo, unos cuantos años mayor, Jermaine.
Fue entonces que Fung tuvo que hacer que los chicos comenzaran hacer las cosas fuera y para el monasterio. Dejaban de ir acompañados al pueblo, con cierto horario, claro, comenzaron a buscar trabajos fuera de él y a conocer nuevas personas, comenzaban a ser independientes. Con eso, el problema se inclinó una tarde cuando Raimundo regreso al monasterio diciendo que había conseguido trabajo. Justo en el jardín, en la sombra del pórtico se encontraban Kimiko y Jack leyendo unos cuantos libros mientras Clay ayudaba a Omi y a Jermaine a cortar leña.
-¡Felicidades! –le dijo Kimiko con emoción dejando sus libros a Jack.
-¿Y de qué trabajarás, compañero? –preguntó Clay mientras se volteaba a verle, Omi y Jermaine le imitaban.
-Me enlisté e la guardia. –dijo con orgullo.
-¿Serás soldado, Rai? –preguntó Omi con un rostro muy curioso, Jermaine no dejaba una expresión de asombro.
-Así es. –afirmó. –Esperen que se lo anuncie a Fung.
-Felicidades, Rai. –dijo Jack para que todas las miradas se posaran sobre él, aun sentado en la sombra del pórtico, Clay en seguida le tendió su sombrero, que era lo suficientemente grande para que pudiera salir sin problemas, en seguida el albino le sonrió en un gesto agradecido para volverse al moreno de ojos verdes. – ¿Cómo lo hiciste?
Ante la pregunta, Raimundo en seguida desvió la mirada para tardar en contestar un momento, la mirada rojiza no se movió ni un centímetro, y él lo sabía. –Bueno, hice unas cosas para llamar su atención, y así me dieron el permiso de enlistarme. –se explicó.
-Entonces, aun no es oficial. –soltó el ojo-rubí mientras se volteaba para regresar a la sombra, sentarse y cursar una pierna sobre la otra. Dicho eso, todos los demás se quedaron en silencio durante unos minutos para que Raimundo fuera dónde el albino y le viera con fuerza.
-Pronto seré soldado, para mañana en la mañana, seré soldado. –dijo para que Jack volteara verle quitando la vista de su libro.
-Y lo serás. –concluyó el albino para volverse al libro y dejar a Raimundo con muy mala cara, sentía que estaba bromeando con él, no era gracioso, realmente se había esforzado para eso.
-¿Y tú qué harás, Jack? –preguntó molesto.
Ante la pregunta, este en seguida posó su barbilla en su mano para mirar el paisaje del pueblo que dejaba ver el monasterio desde lo más alto, sus compañeros les observaban detenidamente para que este se volviera y al fin contestara. –Me iré a la ciudad.
Nadie contestó.
-¿Tú? –soltó Kimiko con expresión preocupada.
-Sí. –afirmó para volverse al libro.
-Jack, compañero, ¿no crees qué es un poco… Um? –comenzó Clay mordiéndose el labio.
-No puedes salir, Jack. –afirmó Raimundo viendo al albino con preocupación.
-¿Por qué no? –preguntó molesto cerrando el libro.
Al ver lo que estaba  sucediendo, Omi en seguida toma la mano del ojo-rubí para adquirir su atención. –Jack, tú sabes que te lastimas cuando sales del monasterio. –dijo Omi con cuidado.
Jack se quedó en silencio durante un momento, mientras tenía la vista de todos sobre él. –De alguna manera, tendré que salir. –dijo quitándose el sombrero con fuerza para darse la vuelta  meterse al edificio dejándoles a todos con rostros preocupados.
-Dios, qué será de Jack? –preguntó Rai mientras se rascaba la cabeza.
Clay solo se limitó en recoger su sombrero.

XXXXXX

El Monje Fung, meditaba tranquilamente, hundiéndose en el aroma del incienso, el viejo en seguida abrió los ojos a sabiendas de los que se aproximaba hacía él.
-¡Maestro Fung! –llamó Jack con fuerza abriendo la puerta corrediza.
Suspiro. – ¿Sí? –volteo a verle.
Sin contestar, aun, Jack en seguida camino a dónde estaba el mayor para ponerse de rodillas y así tenerle de frente. –Quiero ir a la ciudad.
No contesto, pareciera como si acaba de recibir una gran cantidad de información y estaba intentando digerirla de manera adecuada. – ¿Para qué? –preguntó al fin.
Ante aquella respuesta, Jack hizo un gesto de confusión, pero como Fung esperaba, contestó de todos modos. –Voy a tener que hacer algo con mi vida.
-Jack…. –comenzó el monje mientras se acomodaba y observaba al joven detenidamente. – ¿Por qué no te quedas hasta que averigüemos qué hacer sobre tú sabes qué? –preguntó tranquilo.
Jack frunció el ceño. –Eso tomará una eternidad. –declaró. – ¿Qué pasa si mi problema no es más que una exageración? –pregunta mientras se paraba. – ¿Qué pasaría si en realidad ya se quitó?
-Jack. –le llamó al notar que este se acercaba a la puerta.
-¿Qué tal si me voy como quiera? –preguntó abriendo la puerta.
-¡Jack! –antes del que el joven pudiera contestar, una manta oscura había caído sobre él. Fung suspiró al ver que había sido el monje Dojo. –Gracias. –dijo para que el otro hiciera una reverencia y se fuera.
La manta oscura cubría por completo al joven, pero no era lo suficientemente larga para que cubrieran completamente sus piernas. Observándolo detenidamente, Fung pudo notar que la cobija oscura había comenzado a temblar, como si estuviera sufriendo de espasmos, sin decir nada Fung le abrazó sin quitar la cobija. El albino solo temblaba en sus brazos. –Quiero salir. –dijo con dolor en la voz.
-Yo sé. –Sin decir nada, Jack se quitó la manta de encima para dársela a Fung, y cuidadosamente, irse por la puerta del interior del lugar, y estar entre los pasillos, entre la oscuridad. Fung solo suspiró con pena.

XXXXXX

Era muy tarde en la noche ya, en la completa oscuridad del Monasterio Xiaolin, el monje Fung se encontraba leyendo sus libros y pergaminos a la luz de una pequeña vela, para disimular la atención. En su rostro se veía completamente la concentración y la verdadera preocupación, y el cuanto le importaba. Pero, en ninguna parte encontraba alguna relación con la maldición de Jack, o nada de peligro constante, como lo llamó esa bruja. – ¿No cree que debería descansar? –preguntó el monje Dojo que apareció justo detrás de Fung. El mayor, si inmutarse, solo soltó un suspiro pesado para entonces recargarse en su silla.
-Debe de haber alguna manera. –dijo viendo a Dojo.
-Mh. –enseguida el otro caminó hacía los estantes y sacó un libro muy viejo. –Este tiene viejas soluciones medicinales, puede que tenga algo. –comentó dándole el libro, parecía estar a punto de despedazarse.
-Esto no es un asunto físico, Dojo–
-Este libro, tiene para curar ese tipo de cosas también. –comentó Dojo. –Es tan antiguo para eso.
Fung observó a Dojo detenidamente. –Realmente tienes mucho tiempo libre. –comentó al fin. Dojo se encogió de hombros  y le dejó solo.
Fung volvió a  suspirar para abrir el libro con cuidado para no romperlo. Lo que encontró fue bastante interesante, puesto los remedios que contenían eran completamente naturales y curiosamente eran para condiciones sobrenaturales. Fung estaba sorprendido, pero por supuesto no estaba seguro de que funcionaría, hasta que una sola página cubrió su atención. En ella tenía el dibujo de una hermosa rosa de color blanca, blanca en todos lados, con la información de sus habilidades curativas y bendecidas.
Si hago un té con ella, Jack…. –se dedicó a leer más. Por desgracia no contenía más información sobre sus habilidades o especialidades, pero al menos se mencionaba el último lugar dónde se vio una de esas flores.
-El palacio real…. –suspiró el monje. –Ya veo.

XXXXXX

-Saldré de viaje. –anunció en el desayuno para que los seis jóvenes, más todos los otros monjes volteaban a ver al más sabio.
-¿A dónde, Maestro Fung? –preguntó Omi muy atento.
Ante la pregunta, el maestro solo se volteo a ver sus estudiantes para determinar sus reacciones, Raimundo estaba muy interesando, como Omi y Jermaine, en cuanto a Clay y a Kimiko estaban sorprendidos, puesto el monje no salía del monasterio tan seguido, en cuanto a Jack, ni se inmutó a la noticia del maestro, sino que se quedó observando su comida en silencio mientras Fung se decidía a explicarse. –Hay algo que tengo que recoger, se encuentra en el monte del Oeste. –dijo al fin.
-Eso está a dos días de viaje. –Jack habló al fin. –De regreso serían otros dos.
El comedor se quedó en silencio un momento mientras procesaban lo que acaban de escuchar, cuatro días sin su maestro… ¿Estaría eso bien?
-¿Podemos ir con usted? –preguntó Raimundo.
-No. –contestó sin siquiera pensarlo. Los jóvenes no supieron que decir. –Tú, Raimundo, tienes asuntos con la guardia, Clay, tú tienes que supervisar a Omi y a Jermaine con sus actividades de hoy, Kimiko y Jack, a ustedes les toca reacomodar la biblioteca. –anunció.
-Pero…. –soltó Kimiko mientras sus compañeros estaban en silencio. –Eso nos llevará mucho tiempo.
-Y Jermaine y Omi aun tiene que tener una revisión de la lección anterior. –dijo Clay.
-Entonces les sugiero que empiecen ya. –dijo el monje sin verlos.
Los seis jóvenes estuvieron en silencio para el monje se levantara y se fuera de ahí.
Para el par de horas, Fung se encontraba en la puerta del Monasterio, en un caballo y siendo despedido por Dojo.
-¿Comida?
-Sí.
-¿Mapa?
-Sí.
-¿Abrigo?
-Sí.
-¿Un cambio de  ropa?
-Sí, Me voy cuatro días, no un mes. –soltó el monje con una sonrisa para que seguida el otro se avergonzara. –Cuídalos en mi ausencia. –pidió entonces.
-No sé realmente qué haré sin ti. –confesó Dojo mientras se frotaba el brazo. –Esto es realmente irreal. Jamás he estado a cargo de los chicos.
-Son cuatro días. –consoló.
-¿Y cómo sabes que todo saldrá bien? –preguntó entonces mientras Fung le observaba tranquilo.
-Porque eres tú quién estará a cargo. –dijo al fin. Para el momento en el que le escuchó, no tuvo oportunidad de contestar, puesto el monje ya había arrancado para perderse pronto en el camino.
Fung dejó el monasterio a tras rumbo al oeste, en gran parte estaba preocupado, debido a que el monte había sido abandonado desde ya hace mucho tiempo, quién sabe qué tipo de cosas le sorprenderían ahí. Pero, de una cosa estaba muy seguro. Nada ni nadie, iban a impedir que lograra su objetivo. –Todo por el futuro. –así tenía que ser. Con su caballo llegó a medio camino cuando cayó la noche, sin dificultades, se decidió por acampar cerca del sendero para no perder el camino, y durmió muy poco, puesto se levanto poco del amanecer y continuó su camino al mismo paso que el día anterior. Para sorpresa de Fung, al poco que amaneció, comenzó a nevar. En pocas horas, el sendero se había pintado de color blanco y el caballo ahora batallaba para continuar el camino a paso firme como antes, fue entonces que entró al monte.
Habían sido siglos en los que se había sabido de vida en el monte, puesto ahora se creía completamente abandonado. El monje se decidió a seguir con el paso firme hasta llegar a un nuevo sendero.
Este nuevo camino era más ancho y era guiado por árboles muertos y negros, eran tantos que daban la impresión de que el bosque estaría vivo de nuevo, solo que sus hojas eran negras y duras como el carbón. Fung se dio cuenta de que su caballo estaba bajando la velocidad a modo de que avanzaba, como si supiera exactamente lo que le avecinaba y no quería verlo. El monje no se detuvo a descansar, su caballo jadeaba por la fuerza y él había dejado de sentir los dedos y los pies.
Entonces, el caballo se detuvo.
Una reja de color negra estaba tapando la entrada, para Fung se quedara sin palabras, dentro de esa reja, no había nieve. Parecía primavera, las flores eran nuevas y hasta mariposas volaban alrededor del bellísimo rosal. Pero, afuera, en el sendero, todo, más los árboles muertos, estaban cubiertos en nieve blanca. Tragando duro, el monje dio unos pasos hacia la entrada, para que esta, de manera automática, se abriera para darle paso a ese paraíso primaveral.
Fung entró y lo primero que notó es que su caballo se negaba a continuar. No quería avanzar, quería quedarse en la helada nieve. El monje no le resistió y entró solo de todos modos.
Observaba tranquilamente el enorme rosal, para darse cuenta que en ningún arbusto estaba la flor que buscaba. Todas eran maravillosas y se veían extremadamente sanas, pero sabía perfectamente que ninguna lo era, sin importar lo bellas que fuesen. Para cuando se dio cuenta, ya estaba parado frente la puerta principal, y esta se abrió sin  avisar. No estaba seguro de lo que podría suceder después. Entró.
Era un palacio, hermoso, hay que agregar, era interesante el cambio que había en el interior y exterior, puesto, aunque estuviera en algún ambiente primaveral, el palacio mostraba indicios de haber sido maltratado a lo largo de los años, pero el interior.
El interior daba la imagen de que se le limpiaba todos los días con distintiva atención. Los pisos relucían, la madera era tan suave como si fuese nueva, y los cristales eran tan transparentes que la única manera de verlos era por su reflejo de luz.
Continuó, y al poco tiempo se encontró con el comedor, la chimenea estaba encendida y estaba servido un verdadero manjar, los cubiertos estaban acomodados con el mayor de los detalles y el vino se veía demasiado llamativo para su gusto. No lo podía creer. Al principio se rehusó a comer y se encaminó a explorar el lugar. En el momento atravesó por una sola puerta que estaba abierta.
La habitación era exquisita en tonos crema, dorado y blanco, haciendo el efecto de pureza, Fung  se resistió de manera sorprendente al ver la hermosa cama matrimonial al final de la habitación, justo a un lado de una ventana que cubría toda la pared, la vista era esplendida. No estaba seguro de lo que estaba sucediendo, pero sí sabía que algo no andaba bien. Al entrar al cuarto, notó una charola con comida, nueva comida.
A diferencia de la otra, esta tenía una apariencia más humilde, solo un plato, un baso con agua y un solo tenedor. –Muy bien. –suspiró para ponerse a comer cómodamente.
Terminó con la comida, y Fung se preparó para dormir en el suelo, solo tomó una almohada y utilizó su abrigo para taparse en la noche. Mañana en la mañana, buscará la flor, y se irá.

XXXXXX

Fung se despertó en shock. Por un momento pensó que había sido por sonámbulo, pero se encontraba el como había terminado acosado en la hermosa cama de la habitación en la que se había quedado. Se levantó y en seguida tendió la cama con una expresión muy confundida. Cuando estuvo a punto de irse, de nuevo, estaba comida servida en el cuarto. Un desayuno muy bien preparado. No lo pudo evitar. Comió.
Salió de la habitación con dirección al jardín trasero, al cuál llegó sin problema alguno. Ahí estaba justo como al frente. Hermosas flores, pero ninguna era la que buscaba, siguió explorando el rosal, ya que era más grande, y ni siquiera había alcanzado el centro. Pues, cuando lo hizo, se encontró con arbusto inusual.
La planta era de color blanca desde la madera, las hojas y sus rosas. Todo en ella era blanco como la nieve, sino fuera porque el interior de la reja es primavera, Fung no hubiera sido capas de verla por la nieve en el monte. La observó detenidamente, para encontrarse que era exactamente lo que estaba buscando, una rosa blanca, era sorprendente, en realidad, toda la planta en si, era albina, como Jack. Completamente blanca. –Eso es. –suspiró con un tono alegre. No podía creer que Jack estaría a fuera del monasterio como una persona normal a tan solo dos días de viaje más.
Sin dificultades, y con mucha rapidez, Fung había arrancado una rosa de ese arbusto albino, y dándole la vuelta al palacio, terminó en la entrada dónde le esperaba su caballo.
Para el momento en el que puso un pie afuera de la reja, un rugido rompió el silencio del monte como si fuese un suave y delicado cristal. Fung tuvo que taparse los oídos para no lastimarse. Para antes de que pudiera reaccionar, la puerta principal del palacio se abrió de golpe para dejar ver a una bestia verde de enormes dientes y de ojos dorados. – ¡Tú! –rugió apuntando a Fung. – ¿Cómo te atreves a robarme? ¡Mis hermosas flores! ¡Después de lo generoso que fui! ¡Fuego, comida y un lugar para dormir! ¡Y ME ROBAS! –acusó para que en menos de dos segundos estaba justo en frente del monje mostrando sus fuertes fauces a un Fung blanco del susto. – ¡Debería matarte por insolente! –rugió. – ¡Paga tu falta!
-¡No! –soltó el monje. – ¡Por favor! ¡Es para uno de mis estudiantes! ¡Necesita las habilidades de la rosa albina! –se explicó con ansiedad, puesto la bestia ya le había tirado al suelo y estaba a punto de partir su cuello. – ¡Está maldito y necesita ser curado! –Las fauces se detuvieron. –No pensé que por una flor sería tal molestia.
-¿Estudiantes, eh? –soltó la bestia mientras observaba a Fung. –Muy bien. Te perdonaré la vida por ahora, puedes volver y curar a tu estudiante, pero uno de ellos tiene que venir a pagar tu falta. –declaró al ponerse de pie. –Claro, te daré tiempo, una semana para decidir, si ninguno de tus estudiantes quiere morir por ti, debes de jurarme, por tu honor, que regresarás a morir.
Fung proceso lo que había escuchado, y se dio cuenta que no había otra manera, si se rehusaba, Jack se quedaría en el monasterio por siempre, y él estaría muerto de todas formas. –Muy bien, acepto.

XXXXXX

La nieve dejó de caer al suelo, cuando a Fung tan solo le quedaba medio día para llegar. El viaje había sido pesado, pero exitoso, el único inconveniente fue el trato que había hecho con el monstruo. – ¡Maestro Fung! –escuchó a lo lejos. Pudo ver a Clay, Omi y a Jermaine. Sus tres estudiantes, fueron a recibirlo con aprecio para que este les contestara por igual y anunciaran que tenía un anuncio muy importante. Para cuando los chicos fueron a pasar el pedido del monje, lo primero que hizo Fung fue darle la rosa albina a Dojo para que preparara el té para el ojo-rubí.
Al momento en el que Fung llegó al comedor, sus seis estudiantes estaban ahí, esperándole. Se sorprendió al ver a Raimundo con el uniforme de la guardia. De hecho, estaba orgulloso de alguna manera. Sonrió.
-Tengo que explicar a qué fue el viaje que realicé estos cuatro días. –anunció.
Todos esperaron.
-La causa fue por esto. –dijo al sacar de su bolso una hoja de papel para desdoblarla y mostrar el dibujo de la rosa albina.
-¿Qué es eso? –preguntó Omi interesado.
-Esta, es la rosa albina. –anunció. –Y tiene habilidades purificadoras.
Los jóvenes en seguida cambiaron miradas confusos, así que se decidieron a preguntar, de la manera más atenta.
-¿Y qué planea hacer con eso, exactamente? –preguntó Kimiko mientras todos observaban.
-Esta rosa podría ser la curación de Jack. –admitió el monje para que todos voltearan al albino.
-¿Qué? –preguntó.
-Sí. –soltó Fung, -Pero, hay un inconveniente. –dijo para contar todo lo que había sucedido.
De nuevo, el comedor estaba en silencio total, cuando Dojo abrió la puerta corrediza, no esperaba ver que todas las caras fueran hacia él, pero decidió ignorarlo para que entonces se moviera lentamente y dejar un té justo en frente de Jack. Este en seguida volteo a verle.
-Ese es el té con la rosa. –anunció Dojo para entonces desaparecer lo más rápido que pudo hacerlo.
Jack observo la bebida con mucha tranquilidad y sospecha por el extraño color, puesto la bebida parecía leche y al tomarla, -Sabe a flores. –pensó Jack mientras la saboreaba en su boca…
-Entonces…. –soltó Raimundo. – ¿Qué es lo que hará?
-Iré a cumplir mi promesa. –anunció poniéndose de pie, pero antes de que lo hiciera, el bote de té se golpeo con la mesa para dejar ver aun Jack que estaba furioso.
-Yo iré. –soltó para sorpresa de todos.
-¿HUH? –Raimundo se puso de pie. – ¿Es que tirarás a la basura lo que el Maestro Fung hizo por ti?
-¡No! –contraatacó poniéndose de pie también. –Hago esto, porque él hizo esto por mí. –No contesto, ni mucho menos Fung. Nadie sabía qué hacer. –Yo iré. –finalizó Jack al fin.
-Iré contigo. –dijo el ojo-verde para en seguida Fung hablara.
-No. –todos le vieron. –No puedo permitir que vayan los dos…. –no pudo terminar.
-Es verdad, solo yo. –acabó el albino para salir del comedor decidido.

XXXXXX

Trataron de detenerle, de jalarlo, de convencerlo e incluso intentaron a la fuerza, ya que no era muy fuerte, pero para la sorpresa de todos, Jack mostró ser muy flexible al deslizarse entre sus brazos y huir. Para antes de que se dieran cuenta, ya había empacado y se abrigó con su tunica negra, bufanda y botas, y un caballo listo.
-¡Jack, no! –Omi se colgó de su pierna mientras el albino estuvo a un paso de salir del pórtico. – ¡No quiero que te mueras! ¡No quiero que te lastimes! –lloró mientras Jack se balanceaba para no caer.
-¡Omi! –soltó el albino al tirarse a un lado del pórtico para no tener una caída peor. – ¡Tengo que hacer esto! –dijo al tratar de zafar el agarre del niño.
-¡No! –dijo con fuerza. – ¡No tienes qué! –sollozó.
Jack se quedó en silencio al observar lo herido que se encontraba Omi, y sin decirle nada, este le abrazó fuertemente y el niño se soltó y le regresó el abrazo. Sin soltarlo, el ojo-rubí se puso de pie para salir del pórtico, con extrema comodidad, y mientras cargaba a Omi se encontró con Fung, justo a la entrada del monasterio. No se dijeron nada, Jack le pasó al niño, que hacia mucha resistencia, pero lo logró. Y mientras el niño lloraba, Jack subió a un caballo con mapa y todo listo. Se volteo a Fung que cargaba a Omi con cariño, para sonreírles e irse hacía el oeste.
El caballo se fue a paso firme para que Jack solo se cubriera con su bufanda y gabardina del frío, y de vez en cuando del sol. No estaba acostumbrado a tanta luz sobre él, cansaba. Pero, una parte de él estaba completamente incrédula, no le había pasado nada en absoluto. El peligro constante no había hacho efecto. –Esto valdrá la pena, entonces.
Jack estaba fascinado con el hermoso escenario de color blanco que tenía en frente, la nieve lo cubría todo y los árboles se habían vuelto negros y resaltaban en el fondo blanco, y el hermoso hielo reflejaba todo a su alrededor y resplandecía como diamante. Jack jamás pensó que el invierno fuera tan bello.
Hizo exactamente de tiempo que Fung, para la noche Jack se encontraba la mitad del camino, pero por lo nervioso que estaba, y las ganas de ver lo que pudiera en la oscuridad, siguió su camino para admirar la luna reflejada en el hielo y el como la nieve se encendía ante el tipo de luz que recibía, y a media noche entró al monte.  
Para el amanecer, Jack se encontró a la entrada de un nuevo sendero, lo siguió y no se percató que su caballazo rechazaba avanzar, para la media mañana se encontró a la entrada de una reja de color negra como la oscuridad, pero eso no fue lo que sorprendió Jack, sino que del otro lado de la reja era completamente primavera. Y para dejarlo aun más perplejo, la reja se abrió de repente. El albino estaba perplejo, y al ver lo que estaba sucediendo enfrente de él, no pudo evitar reírse.
Se bajó de caballo con su bolso, y le jaló para adentro. El animal en seguida se negó con fuerza para sorpresa del joven y sin siquiera voltear atrás, el semental huyó por la misma reja dejando a Jack parado en medio de un hermoso rosal.
Sin saber qué pensar al respecto, Jack se encogió de hombros para dirigirse a la puerta, caminaba tranquilo, dejó de tener frío y admiraba la pequeña primavera que estaba a su alrededor, pero cuando volteo al castillo, éste estaba oscuro y helado a dónde sea que se le viera y tocara la piedra.
Justo enfrente de las enormes y gruesas puertas de madera oscura se abrieron de golpe una vez que Jack estaba en frente de ella. El joven se sorprendió de nuevo. Estaba anonadado, estaba seguro que todo lo tomaría desprevenido hasta el final. –Que excitante. –sonrió y entró.
El lugar estaba oscuro y Jack no dejaba de temblar de la enorme excitación que estaba sufriendo, su corazón latía con fuerza y sentía como su pecho dolía ante los latidos. Tan acostumbrado estaba a la oscuridad, que ni necesidad hubo de acercarse a nada, sino que camino directo a unas grandes escaleras y se detuvo. – ¿Hola? –llamó con fuerza. – ¿Hay alguien aquí? –Silencio. –Um. Supongo que tendré que buscar a alguien…. –soltó al estar a punto de subir las escaleras.
-NO. –escuchó un fuerte eco que de mero instinto dio un paso para atrás.
Jack volteo para arriba de las sorprendente escaleras para encontrar en la sima una sombra, una muy grande. El joven tragó duro.
-Ho-hola. –soltó con esfuerzo. La sombra no se inmutó. – ¿Eres el dueño de este lugar? –preguntó entonces.
-Sí. –la sombra contestó.
-Ah. –Jack sonrió para sorpresa de la sombra. –He venido en nombre de mi maestro, a pagar su falta.
-¿Oh? –la sombra comenzó a bajar las escaleras. –Entonces, tú eres uno de los estudiantes de ese monje, huh? –soltó viendo a Jack de arriba a bajo, pero solo captó la estatura y figura del joven, por un momento dudo si el joven era realmente un hombre, pero la voz se lo gritaba de todas formas, no podía ver su rostro.
-Así es. –confirmó. Sí, un hombre.
-Dime. –dijo tranquilo mientras aun bajaba. – ¿La rosa ayudó al estudiante maldito? –preguntó interesado.
-Sí. –volvió a confirmar. –Me ayudó a poder venir hasta aquí a pagar la falta. –contestó mientras mantenía una sonrisa en el rostro.
-¿Tú eras el maldito? –preguntó intrigado.
-Sí. –confirmó una vez más. –Es por mí que mi maestro fue condenado a morir, es por eso que vine a morir en su lugar. Me parece que eso es lo que debo hacer. –dijo bajando el tono, no estaba seguro.
-Ya veo. –para el momento en el que la sombra llegó al piso que Jack, ambos pudieron verse mejor. Sí era un hombre, pero no uno común, se estaba sorprendido a la imagen que tenía en frente. Piel de color de la leche y el cabello como la luna y un par de rubíes como ojos. Era la imagen más sorprendente que haya visto en su larga vida.
Jack en cambio, estaba anonadado, de nuevo, estaba parado frente a un enorme lagarto de color verde con franjas negras y sobre sus ojos escamas rojas. Y unos fuertes, feroces ojos dorados. Era de gran tamaño,
-¿Qué eres tú? –se preguntaron al mismo tiempo, la bestia en un tono sorprendido, mientras que el de Jack estaba fascinado.
-Soy un dragón. –contestó la bestia sin problema alguno. –Mi nombre es Chase. –dijo sin más.
-Ah. –Jack no sabía precisamente qué contestar, qué más da? Moriría de todos modos. –Soy Jack. Ah. Un albino.
-¿Albino? –preguntó Chase. –Pensé que solo ciertas flores eran así. –contestó intrigado mientras su cabeza se inclinaba aun lado. Todo un animal.
Jack se encogió de hombros. –Hay en todas las especies, estoy seguro. –contestó tratando de conservar la calma. –Vas a matarme como planeabas hacerlo con mi maestro. ¿No es así? –preguntó al fin.
El dragón le observó confuso. –Yo no dije eso. –contestó para ver como Jack hacía una expresión llena de duda. –Dije, que un estudiante del monje podría venir a pagar la falta, sino le mataría. –se explicó.
-Pero… ¿La paga no es la muerte? –preguntó.
-No. Es el castigo. –aclaró. Y para su sorpresa, Jack comenzó a reírse.
-Eso es genial. –dijo aun sin tranquilizarse. – ¿Qué debo pagar? –preguntó interesado. Ya que no habré de morir, será mejor saber qué tengo que hacer.
Chase se quedó pensativo durante unos minutos mientras observaba a Jack, hasta el punto que comenzó a rodearlo para verle bien. –Nunca has hecho trabajo pesado. –afirmo al verlo bien. Jack no tenía marcas de trabajo duro, sus manos estaban limpias, y no había músculos forzados.
-No. –confirmó. –No podía, a causa de mi maldición. –se explicó.
-Mh. –soltó mientras acercaba su enorme hocico al cuello del joven. Jack se estremeció. Chase no se sorprendió. El olor era tan puro…. Magnifico. –Muy bien. Solo quédate.
-¿Eh? –Jack no comprendió.
-Quédate. No vendría mal algo de compañía. –admitió al darse la vuelta y subir las escaleras.
Jack se quedó parado y perplejo, no entendía. – ¿Será que planea comerme después? –soltó en un grito ahogado. – ¡Asombroso!
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MensajeTema: Re: El Chico y La Bestia: Capítulo 1   El Chico y La Bestia: Capítulo 1 Icon_minitimeMiér Feb 12, 2014 1:03 am

Hermoso Manny

Sabes que soy fan de tu fic y me encanta la historia : D

Y espero que el resto de las fans chack se animen a leer tu fic también que esta GENIAL
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MensajeTema: Re: El Chico y La Bestia: Capítulo 1   El Chico y La Bestia: Capítulo 1 Icon_minitimeMiér Feb 12, 2014 1:04 am

Suriee escribió:
Hermoso Manny

Sabes que soy fan de tu fic y me encanta la historia : D

Y espero que el resto de las fans chack se animen a leer tu fic también que esta GENIAL

Aw, Suriee, tú cosita hermosa.  pyon4 
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