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 El Chico y La Bestia: Capítulo 3

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Manny Heatlook

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MensajeTema: El Chico y La Bestia: Capítulo 3   El Chico y La Bestia: Capítulo 3 Icon_minitimeMar Abr 22, 2014 10:48 pm

Ey. El capítulo tres. ;Y

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Válvula

Jack despertó por la suave caricia del sol, había dormido placidamente en la habitación que le había dado Chase. De hecho, nunca había dormido en un lugar tan cómodo. Las habitaciones en el monasterio eran demasiado simples. Sobre todo las camas, en las que el mueble era demasiado delgado y el colchón se deformaba con el tiempo hasta el punto de causar severos dolores de espalda, Jack había empezado a dormir en el suelo desde no hace más de medio año. Pero, la cama de esta nueva habitación, era meramente hecha por ángeles, se aseguraba el albino.

Debido a su educación en el monasterio, se obligó a si mismo a levantarse de una vez, ignorando por completo los gritos de su cuerpo exigiéndole más descanso, pero su mente estaba tan despierta, que prácticamente se había pateado fuera de la cama. Se estiró y tendió la cama con una sonrisa en el rostro, había descansado pero batallaba en moverse por las ganas de seguir dormido. Yendo al baño, se lavó el rostro y se propuso a continuar lo que había empezado ayer. Salió del lugar para encontrarse entre los pasillos oscuros dándole entender que el sol todavía no había salido por completo, ante eso, su cuerpo le daba otra oleada de pereza exigiéndole ir a la cama, su mente inquieta le negó, por supuesto.

El palacio se encontraba dormido, por así decirse, estaba tan oscuro el lugar que Jack llegó a la conclusión que Chase podría estar en cama. Será mejor ser discreto. Llegó a la salón de baile en cuestión de minutos, estaba exactamente como lo había dejado el día anterior, con el candelabro en el suelo. Lo observó entonces, para darse cuenta que necesitaría una muy buena limpieza para hacerlo funcionar. De hecho, le encontró un mecanismo de encendido, este candelabro podía producir fuego.

-Fascinante. –suspiró el joven. Después de hacer su diagnostico, se salió del salón para acabar en el comedor dónde había cenado con Chase. – ¿Habrá alguna cocina?

-¿Tienes hambre? –resonó provocándole al joven un susto de muerte para hacer que saltara con los ojos bien abiertos.

-Chase. –soltó en un suspiro con la mano sobre el corazón. Pareciera como si se estuviera relajando por completo al saber quién era. Por supuesto, el dragón notó esa reacción para que de manera automática y por desgracia, involuntaria, diera un paso para atrás. Jack le observó al recordar bien la pregunta y tomando aire con mucha paciencia contestó. –Eh, un poco, pero estoy bien. –se explicó con tranquilidad. – ¿Pudieras decirme dónde está?

Chase asintió, pero entonces se dio la vuelta hacia el comedor para tomar la silla en la cabecera. –Ven a desayunar. –ordenó.

Jack parpadeó sonriente para tomar la silla a lado de Chase como en la noche anterior. Para cuando se sentó, el desayuno ya estaba servido, se veía esplendido, pero no había visto a nadie servirlo. Se decidió por comer de todos modos… dios, estaba delicioso, el huevo, el pan, la mermelada y el jugo. Encantado por la comida, se volteo a ver a Chase con intención se hacerlo notar, pero al hacerlo se dio cuenta que su desayuno era distinto, huevos duros. Unos muy grandes al parecer. Jack tragó duró al ver como el dragón se comía los huevos de forma placentera, sonrió.

-Ahm. –soltó para que la bestia volteara a verle. De repente, el albino sintió sus palabras ser tragadas. –Ah…. –El dragón le observó unos segundos mientras sus escamas rojas sobre el ojo se alzaban en forma de duda. –Eh, Chase. –soltó al fin.

-¿Sí? –contestó confuso.

-¿Dónde está la cocina? –preguntó.

Chase asintió al escucharlo, de verdad quería saber en dónde se encontraba. –Exactamente. ¿Para qué?

-Quiero buscar herramientas para el candelabro. –se explicó al ver a la bestia pensar tranquilamente.

-¿Qué te hace pensar que las herramientas están en la cocina? –preguntó viendo a Jack a los ojos.

El joven se tensó ante la pregunta. –Pues… En el monasterio las herramientas estaban debajo del fregadero…. –soltó haciéndose pequeño en su asiento.

-Pues no creo que estén. –dijo metiendo otro huevo duro a su enorme hocico. – ¿Qué clase de herramientas necesitas?

-Um. –soltó pensativo. –Necesitaría un par de desarmadores, tres tamaños de llaves, aceite, agua, trapos y… y ya. –contestó contento.

Chase le observó por tan solo unos segundos para comenzar a parpadear y desviar la mirada, como si esa fuera la primera vez que le pidieran tal cosa, y en realidad, lo era. –Herramientas. –soltó. –Ya entendí, mh. Jack. –llamó para que el joven le pusiera atención. –Llamaré a alguien para que te las dé. –afirmó poniéndose de pie y entonces volteo a Jack de nuevo. –…Y te acompañe. –dicho esto, en seguida chasqueó los dedos para que de las cuatro puertas del comedor se abrieran de golpe y de ellas salieran felinos gigantes. Jack se sorprendió. Leones, tigres, jaguares, panteras, chitas, leopardos y demás comenzaron aparecer para formarse frente a Chase y al albino.

Para cuando los felinos se quedaron quietos, formados y listos, el dragón habló tranquilamente. – ¿Quién quiere ser voluntario a acompañar a Jack el día de hoy, asistirle en todo lo que necesite? –preguntó apuntando al joven que en seguida se sonrojó por el exceso de atención.

-¿Tus sirvientes son… animales? –soltó sorprendido, fascinado y nervioso.

-Sí. –afirmó sin más. – ¿Alguien? –Ninguno de los felinos gigantes se inmutó ante eso, Chase comenzó a cansarse. – ¿Tendré que escoger, entonces? –preguntó. Al escucharlo, las fieras comenzaron a verse entre ellas, ansiosas.

-¡Yo! –se escuchó una voz al fondo. Jack abrió los ojos fuertemente, podían hablar. Los sirvientes de Chase, que son animales, hablan. Del fondo, salió un cachorro de león, animado y con buena actitud, Jack no pudo evitar sonreír al verlo, era adorable.

-Ah, Maurice. –soltó Chase. –Muy bien. Tú le acompañarás, le ayudarás y le cuidarás. –ordenó para el cachorro asintiera gustoso, el albino no pudo evitar rodar los ojos ante el comentario. –Jack –se volteo a verle –, lamento no poder acompañarte, hay algo que debo hacer, además, no creo serte de ayuda. –se explicó para voltearse a una de las puertas del comedor, chasqueo los dedos de nuevo, para que las fieras se fueran en menos de un segundo, y quedarán Jack y Maurice en medio de la habitación. –Te veré después. –se despidió el dragón.

El cerrar de la puerta resonó en el comedor para señalar que se encontraban solos. Nervioso, Jack se volteo al cachorro. –Entonces. ¿Maurice? –preguntó con una amplia sonrisa.

El cachorro se volteo a él. –Solo el Amo me llama Maurice, mis amigos me dicen Ping-Pong. –contestó en un tonó que dio a entender una sonrisa. Jack no pudo evitar parpadear un par de veces, no sabía si ponerse a reír o no.

-Ping-Pong. –soltó el albino con una sonrisa forzada. –Muy bien, Ping-Pong. –tendría que acostumbrarse al sonido de ese nombre. – ¿Sabes de dónde puedo sacar herramientas? –preguntó al ponerse de rodillas a la altura del león.

-Sí, claro. –soltó amistosamente. –Hay un garaje por noreste del palacio. –contestó para sacarle a Jack una amplia sonrisa.

-Perfecto, vamos. –una vez dicho, Ping-Pong le explicó que para dirigirse hacia ahí, tendrían que salir al jardín trasero, que por supuesto, era un rosal tres veces más grande que el de la entrada. A Jack no le dejaba de fascinar que dentro del palacio, fuera primavera, y afuera de las rejas era el frío y duro invierno, era asombroso, con la idea en la cabeza le había asegurado que no habría ningún problema. El contraste era realmente intenso, pareciera como si el tiempo se detuviera dentro del palacio.

¿Y si es así? –se preguntó de repente. Al llegar a una sala que le daba entrada al final del palacio, Jack comenzó a buscar alrededor hasta que sus ojos se detuvieron en un reloj. Funcionaba perfectamente. –Entonces. ¿Por qué?

Al salir por la puerta principal trasera, Ping-Pong no pudo evitar bajar las orejas mientras seguía a Jack tranquilamente. – No nos tardaremos mucho, verdad? –preguntó el menor.

-Por supuesto que no. –afirmó el albino. –Me encantaría explorar el rosal, pero creo que me perdería. –soltó con una sonrisa al caminar completamente derecho hacía la reja del final. –Así creo que sería en otro momento. –dijo paseando la mirada por el lugar para seguir caminando con el cachorro justo a lado suyo.

-Muy bien. –asintió Ping-Pong.

-Dime –le llamó la atención. –, um… ustedes siempre han sido… ¿Gatos? –no tenía idea de cómo preguntarlo sin hacerlo sonar… extraño.

-Bueno –comenzó –, para mí, sí ha sido toda la vida, porque yo nací así. –explica. –Pero, tengo entendido que no siempre fuimos bestias.

No siempre, eh? –Jack no supo qué contestar además de un "Ah", sonaba extraño, pero no tenía razón para llegar a pensar que fuese mentira, puesto al pensar en las razones, su mente le recordaba una y otra vez que no importaba, puesto que en algún momento, Chase se aburriría de tenerlo por ahí, y se lo devoraría. –Moriré de todos modos. –suspiró para que de repente el cachorro volteara a verle.

-¿Qué?

-Nada.

Después de caminar un poco más, Jack había comenzado a preguntarse si realmente el rosal tendría fin, puesto llevaban un buen rato caminando, y hasta entonces, solo había flores, decidió no apurarse y disfrutar la sensación del calor en su piel mientras pasaba el rato, a los pocos minutos terminaron justo en el límite de la reja negra. Al llegar, Jack en seguida comenzó a pasear la mirada en busca del garaje que había mencionado Ping-Pong. –N… No parece estar aquí el garaje.

-Pero, se supone que aquí está. –afirmó sorprendido y completamente confundido. –Debe de estar aquí.

-Ah, ahí está. –apuntó del otro lado de la reja, justo en frente de la puerta de reja cerrada con cadenas y un enorme candado. –Solo tenemos que abrir la puerta. –dijo viendo el candado. –No tendrás una llave entre ese pelaje. ¿Verdad? –soltó a punto de la risa al ver la mirada de escepticismo en Ping-Pong. –Es broma. –dijo en una risotada. – ¿Sabrás dónde estará?

-No. –negó apenado. –Tal vez, si vamos con el Amo, nos dé la llave.

-Nah. Demasiado problema. –afirmó. –Creo que solo escalaré a reja y de regreso.

-¿Y yo? –preguntó preocupado.

-Tú espérame aquí. No tardaré en absoluto. –dijo acariciando al pequeño león quién en seguida le observó concierne.

-No sé, Jack. No creo que debas ir solo ahí afuera.

-No habrá ningún problema. –soltó tranquilo al comenzar a subir la reja. –Tú… tú espérame.

XXXXXX

Chase se encontraba en su estudio iluminado por la enorme ventana que le alumbraba lo suficiente para leer. Estaba rodeado de libros y marcando páginas, puesto con tan grandes garras se le era difícil escribir, por eso, doblaba delicadamente la hoja, aunque le molestaba hacerlo, sentía que maltrataba sus libros, y a veces, trataba de memorizarse el contenido para no tener que hacerlo.

La puerta de abrió. – ¿Me llamó Amo? –preguntó una pantera que entraba con elegancia.

-Sí. –contestó sin verle, aun leyendo la pagina una vez más antes de doblarla con mala cara. –Necesito que vayas a cazar lo de la última vez para utilizar de nuevo el pentagrama.

La pantera hizo un gesto. – ¿Hará la prueba con ese niño aquí? –preguntó preocupado.

Chase no contestó por un momento, sino que dejó el libro en el escritorio y volteo a ver al animal para caminar hacia él. –No importa. Tengo que hacerlo. –aseguró. –Tengo que encontrar una manera para cambiar esto. –soltó observando su mano, escamosa, verde y con enormes garras negras, no se sentía bien, y todos sus sirvientes lo sabían. Su amo nunca abandonaba el palacio. No podía hacerlo. Debido al aislamiento y aburrimiento, Chase no había dejado de estudiar la magia a profundidad hasta convertidse en un gran maestro, había logrado dominar tantas cosas y hacer grandes cambios. Pero nunca encontró lo que quería, no podía encontrar manera de hacerlo. Hechizo tras hechizo, no les ayudaba en nada. Había sido hace poco que el amo del palacio estaba empezando a experimentar con magia muy antigua. Una muy peligrosa, y sin importar las advertencias, el dragón se propuso a continuar. –Ni siquiera puedo hablar con Jack sin que se tense o empiece a temblar. –dijo con desdicha.

La pantera le observó en silencio haciendo que Chase diera un paso para atrás. –Si eso es lo único que hace falta... –suspiró con una reverencia para irse hacia la puerta del estudio en silencio.

-Espera. –soltó Chase, la pantera en seguida volteo a verle. – ¿En dónde están las herramientas?

-¿Herramientas, Amo? –soltó confuso.

-Sí, desarmadores y llaves. –elaboró moviendo las manos mientras rodaba los ojos.

-Oh, por supuesto, herramientas. –soltó al comprender. –Pues, en el garaje que está en la orilla del lado noreste. –explicó.

-Ah, por supuesto. –soltó el dragón haciendo memoria. Había una razón por la que no le gustaba ir ahí seguido. ¿Cuál era? –Bueno, ve a lo que te pedí. –ordenó dándose la vuelta para volver a tomar el libro que tenía.

-¿Amo? –llamó para que Chase volteara sin la necesidad de hablar. –La próxima vez… ¿no quiere tratar magia bendita? –preguntó con un verdadero tono de preocupación, que el dragón notó en seguida.

-No puedo. –soltó con molestia en la voz. –El Máximo 'exige' intenciones generosas, cosa que no tengo, ni mucho menos alguno de ustedes –la pantera bajó la cabeza –, no sé en qué pensaba, eso lo hace completamente limitado. –explicó. –Uhg, me enferma. –escupió con el ceño fruncido y mostrando los colmillos.

Era algo que todos sus sirvientes tenían que aceptar en algún momento, puesto sino lo hacían, la vida con Chase sería de las cosas más difíciles en su existencia. Cada parte y fibra de su amo dragón, emanaba y radiaba energía oscura, era tenebroso el tan solo verlo a distancia, escuchar su voz y verle a los ojos. Era con eso, qué Chase se explicaba las reacciones de Jack hacia su persona. Él era malo, y lo sabía.

XXXXXX

–Tú… tú espérame. –Jack hizo un esfuerzo para escalar los dos metros de reja oscura. Finalmente para poner una pierna del otro lado se detuvo en la sima. Volteo al suelo cubierto de nieve y luego a ver a Ping-Pong que le vía desde abajo. –Ay, cielos. –suspiró sintiendo una sonrisa formarse en su rostro.

-¿Jack? ¿Estás bien? –preguntó el cachorro en tono alarmante al ver al joven helarse a esa altura.

-Sí. –soltó con fuerza. –Es que… es que si Fung me viera ahora, le daría un infarto. –bromeo sin poder creérselo el mismo, jamás había hecho ese tipo de cosas, y si el monje lo viera, le exigiría que no se moviera e iría enseguida a bajarlo él mismo.

-¿Fung? –soltó confuso.

-No le conoces. –escupió al darse cuenta. –Bueno, ya iré. –soltó volviendo a ver la nieve nervioso. –Si no lo hago ahora, nunca tendré la oportunidad. –susurró a sus adentros, cerró los ojos y recordó las muchas veces que veía a Raimundo y a Kimiko saltar de lugares altos, qué hacían al caer, lo recordaba. Tomó aire para entonces saltar y caer en la nieve haciendo una maroma. Al terminar en manos y rodillas, Jack comenzó a reírse mientras tomaba la nieve entre sus manos. – ¿Viste eso? ¡No me rompí! –se rió bastante orgulloso de si mismo. Ping-Pong solo le observó del otro lado de la reja sin comprender. El albino se levantó y sacudió la nieve de sus pantalones negros y caminó hacia el garaje que estaba justo en frente de él.

La puerta se encontraba cerrada con un candado puesto, el cual estaba sin llave. –Ah, que conveniente. –soltó complacido. Abrió la puerta para dejarla de par en par, y entró.

-¡Apresúrate, Jack! –soltó Ping-Pong volteando a los alrededores del bosque muerto. –Tengo un muy mal presentimiento. –susurró.

-No te preocupes. –consoló el albino desde adentro del lugar. –Aquí hay de todo. –soltó con emoción. –Uuh. Me llevaré esto. –tomó una herramienta. –Esto, esto, esto y… ah. –se topó con un a cubeta. –Perfecto. –dijo al tomarla.

Ping-Pong observaba la entrada abierta del garaje mientras mantenía sus orejas bajas. – ¿Jack? –soltó preocupado para que de repente el ojo-rubí saliera cargando una muy buena cantidad de herramientas.

-¡Ping-Pong! –soltó sonriente. –Cuídame estás mientras busco agua. –dijo pasando las herramientas por los barrotes para que terminaran a un lado del cachorro.

-Pero dijiste que no te ibas a tardar. –contestó con fuerza.

-Y no lo haré. –aseguró al ponerse de pie. –Encontré una cubeta. Eso quiere decir que cerca habrá alguna válvula o una fuente de dónde pueda sacar agua.

-¿Y cómo piensas pasar la cubeta por aquí? –preguntó confuso.

Jack entonces observó la cubeta de madera y luego a los barrotes negros mientras apretaba los labios y mantenía el ceño fruncido. –Ahm. Voy a rodear la reja. –contestó dándose la vuelta.

-¡Eso te llevará todo el día! –gritó Ping-Pong, pero Jack le ignoró y siguió caminado.

Al ver al albino caminar lejos de él, no pudo evitar entrar en pánico, pero fue tan solo un instante para ponerse a pensar. De repente, el cachorro observó la reja de arriba abajo, para entonces ponerse a escarbar justo en la orilla. – ¡Ya voy, Jack! –avisó pero el joven no le escuchó.

Jack rodeó el garaje para no encontrar nada parecido a una válvula o algo, por ello se decidió a buscar un poco más lejos. Se metió entre los árboles muertos que estaban detrás del garaje para ponerse a buscar, lo que sea. Por tan solo un momento, Jack pudo escuchar a Ping-Pong, pero no le entendió en absoluto, entonces, se volteo para ver al cachorro del otro lado de la reja, haciendo movimientos muy inquietos, el joven se encogió de hombros y solo le hizo un saludo con el brazo para voltearse y continuar. Estaba empezando a sentir frío a medida que se alejaba de la reja, debió traerse algún abrigo o algo. –Qué más da. –suspiró para que de repente se tropezara con algo duro y frío para hacerle caer de cara mientras soltaba un grito que era silenciado en la fría nieve. –Uhg. ¿Qué jodidos? –soltó volteando a ver con qué se había tropezado.

Un tubo.

En seguida, Jack se puso de pie para ver a ambos extremos del tuvo, uno se iba hacia el palacio, y el otro aun más entre los árboles negros. –Perfecto. –suspiró siguiendo el tubo entre los árboles negros. Movía la nieve con su pie para ver hacia dónde seguir, hasta que al fin, a unos pasos más, y justo dónde no había ningún árbol, estaba una válvula. Jack comenzó a reírse de lo encantado que estaba. – ¡Ping-Pong! –gritó volteando de dónde vino para darse cuenta que no podía ver al cachorro. Jack mantuvo su sonrisa mientras examinaba su alrededor. –Bueno, seguiré el tubo de regreso. –soltó para volverse a la válvula.

Caminó hasta ella para examinarla bien. Tomó la llave para darle vuelta, pero no pudo moverla ni un centímetro, estaba congelada. Jack hizo un mal gesto. Paseo su mirada por el lugar para encontrarse con lo que sea que le pudiera ayudar. Nada. De repente con una idea, se volteo de dónde vino y fue casi corriendo al garaje. Cuando llegó por detrás, no le importó en avisarle a Ping-Pong y entró y salió con una llave.

-¡Jack! –escuchó detrás.

-¡Vengo! –contestó al seguir su camino de regreso a la válvula.

Al saberse el camino, no tardó mucho en llegar de nuevo a la válvula congelada, entonces, sin siquiera pensarlo demasiado, colocó la llave en el pequeño grifo para comenzar a darle vuelta. No se movió ni un centímetro, pero no le importo y continuó empujando.

Ping-Pong había escarbado con más fuerza al ver que Jack aun estaba a la vista, cuando lo logró, trató de irse para arriba para tratar de llegar al otro lado, y siguió rasgando la tierra hasta encontrar nieve, y comenzar a empujarla fuera de su camino. – ¡Jack! –llamó cuando se encontró del otro lado de la reja. Se fue hasta garaje a zancazos para poder pasar por la nieve, y no encontró al albino ahí. – ¿Jack? –soltó saliendo y dándole la vuelta al lugar. Observando en dónde estaba, Ping-Pong encontró huellas en la nieve, Jack.

Las siguió atentamente para encontrarse con el tubo congelado y seguir la dirección contraría al palacio, a cómo bien había mencionado Jack que sería. Una válvula.

Con las orejas bajas, el cachorro de león continuó su camino entre los árboles negros para sentir aun mucho más frío a cada zancada que daba. Algo no andaba bien, pero no tenía idea de qué era. Siguiendo el tubo, Ping-Pong se encontró con la válvula, y por supuesto, Jack.

-¡Jack! –soltó alivio al ver al joven empujando una llave en la válvula.

-Ey. –contestó con esfuerzo. – ¿Qué te parece si me ayudas? –soltó. Ping-Pong volteo a su alrededor para ponerse detrás de Jack y tratar de empujarlo. Fue inútil. – ¡Ahg! –soltó molesto. – ¡Nunca voy a mover esto! –pateó el tubo para lastimarse el pie.

Para cuando Jack cayó en la nieve con expresión de dolor, Ping-Pong aun tenía las orejas bajas y mantenía una expresión concierne.

-Oye, Jack. –soltó despacio mientras se acercaba al joven en el suelo. –Creo que deberíamos irnos. –dijo.

-¿Por qué? –el ojo-rubí volteo a verle sorprendido.

-Algo no está bien. –contestó con fuerza para mantener su volumen bajo. Jack le observó unos segundos para enderezarse sobre la nieve y comenzar a ver los árboles negros, y al observarlos con todos sus sentidos, un escalofrío le invadió la columna por completo hasta entenderlo.

-Alguien nos observa. –dijo Jack en un susurro provocando que el cachorro saltara a su regazo.

-¿De dónde? –susurró.

Jack no se movió ni un milímetro y sin dejar de ver al mismo punto. –Creo… creo que de ahí. –soltó en un volumen muy bajo. Ping-Pong en seguida volteo hacia la misma dirección para que de repente se congelara en su lugar. Árboles negros y muertos era lo que estaba en todos lados, de repente, se comenzaron a escuchar pisadas en la nieve. Jack de manera inconciente aferró al cachorro a su cuerpo al darse cuenta que el invierno tenía su lado aterrador. – ¿Escuchas eso? –preguntó despacio mientras se ponía de pie con el león en brazos.

-Sí…. –soltó el león aferrando sus garras en la ropa de Jack.

Ambos se quedaron quietos cuando las pisadas heladas aumentaron en número, algo entre los árboles había comenzado a moverse y eran muchos. Empezaron a escucharse gruñidos y de entre las astas negras, empezaron a salir perros gigantes.

-Pero s-si son perros. –soltó el albino tratando de calmarse.

-No, Jack. –contestó Ping-Pong. –Son lobos.

-¿L-lobos? –Jack recordaba haber leído de los lobos, pero jamás había visto alguno. Recordaba cuando el monje Dojo le contaba historias de cuando era joven y una vez fue perseguido por un par de lobos. Por lo que sabía. Estos animales eran fieras peligrosas y agresivas. El ojo-rubí tragó duro. – ¿Y ahora? –soltó aterrado. Las piernas le temblaban y sentía como su corazón empezaba a palpitar con fuerza.

Sin avisarle, Ping-Pong saltó de los brazos de Jack para ponerse a la defensiva frente a los lobos.

-¡Jack! ¡Corre! ¡Yo les distraeré! –le ordenó sin quitarle la vista al lobo más cercano. Negro de ojos amarillos muy brillantes, no dejaba de mostrar sus poderosos dientes amarillos.

-¿Y qué hay de ti? –Jack no pudo moverse de su lugar sabiendo que Ping-Pong estaba ahí.

-¡El Amo me encargó cuidar de ti, Jack! ¡Ahora, corre! –gritó al lanzarse al lobo, de manera instintiva Jack se dio la vuelta y salió corriendo. Para desgracia del pequeño cachorro de león, otros lobos se lanzaron a perseguir a Jack.

Entre árboles negros, Jack solo corría en dirección recta, no sabía a dónde ir, y mucho menos cuando se percató que no había ido en el camino de regreso al palacio. Al darse cuenta de ello, este se volteo con intención de irse a dónde debía, pero un lobo le interpuso el camino. – ¡Mierda! –escupió para salir corriendo a por dónde iba antes.

Tres lobos le seguían y parecían estar jugando con él por completo. Quería irse apara la izquierda, y un lobo aparecía, quería irse para la derecha y otro aparecía, para atrás, y le estaban esperando. Aterrado a seguir siendo perseguido, acorralado y asechado, en mero impulso, el albino logró trepar un árbol negro antes de que le mordieran el tobillo, escaló con velocidad para alzarse entre las ramas y ver a Ping-Pong buscándole. – ¡PING-PONG! –llamó para más lobos fueran a su dirección. Jack se maldijo por lo estúpido que fue y volvió a subir un poco más para alejarse de la jauría.

El cachorro estaba que se volvía loco, había logrado rasgarle los ojos al lobo que se le abalanzó, pero cuando no pudo ver a Jack en ningún lado, temió por lo peor. Hasta que bendito sea, le escuchó gritarle. No podía acercarse al árbol dónde estaba el albino. Estaba lleno de lobos, él solo no podría con ellos. Se lo comerían.

Ping-Pong en seguida volteo a ver al palacio de lejos, y se volvió a ver a Jack, sentía como su corazón palpitaba a toda velocidad y de que en cualquier momento saltaría de su pecho para matarle. No pensó más.

Con todas las fuerzas que podía, se volteo, y se lanzó hacia el palacio que se encontraba a camino contrario a Jack. Dio las zancadas más rápidas de su vida para terminar en poco tiempo en el garaje, pasarlo de largo, y lanzarse hacía el hoyo que había hecho y entrar al jardín, para que en cuestión de segundos estuviera atravesándolo para abrir las puertas de golpe. Y comenzar a gritar a todo pulmón a su amo. Pasillo tras pasillo, el dragón no se encontraba cerca, entonces, sin detener su velocidad, Ping-Pong se dirigió al estudio de su amo.

Chase se había sentado en su enorme sillón después de leer una muy buena cantidad de libros nuevos. Estaba arto. Para cuando soltó un enorme suspiro, un tigre llegó para colocar una charola con té listo para él. Con satisfacción en la mirada, el dragón tomó delicadamente la taza por miedo a romperla y la acercó lentamente a su hocico para beber.

-¡AMO! –la taza reventó en su cara para salpicar todo el té en su cara y sus pedazos se clavaran en mano.

-¡Maurice! –escupió el dragón lleno de furia. – ¡Explica está insolencia ahora mismo! –ordenó mientras escupía pedazos de vidrio.

-¡Es Jack! –soltó mientras trataba de recuperar el aliento. – ¡Por agua…! ¡…Lobos! ¡Jack! –no pudo formular la oración, pero todo lo que dijo fue más que suficiente para que Chase entendiera qué estaba pasando, entonces sin siquiera pensarlo, tomó a Ping-Pong y se lanzó con dirección al jardín, a la puerta noreste.

XXXXXX

Jack se encontraba aferrado a una de las ramas muertas del árbol, los lobos no dejaban de tratar de escalarlo o de empujarlo. Él sabía que en cualquier momento, el árbol cedería a las rasgadas y caería. Y entonces moriría. Sentía como lágrimas se deslizaban por su rostro. Jack no quería morir así. No así. Tomó aire, muy profundo, y volteo a los árboles de alado, estaban tan altos como en el que estaba.

No se me ocurre otra cosa. –pensó.

Tratando se pararse sobre la rama en la que estaba, ignorando por completo a los lobos de abajo, Jack trató de tomar la rama más cercana, y sería mejor que fuera rápido, puesto él sabía que el árbol caería en cualquier momento.

De repente, el árbol recibió otra rasgadura de gravedad para que el tronco reventara y estuviera a un golpe más de caer. Jack no pudo evitar gritar en instinto mientras se aferraba al tronco. –Maldición…. –gruñó con lágrimas en los ojos.

Fue en ese momento cuando un rugido perforó el bosque muerto provocando que los lobos se quedaran quietos y que Jack dejara de respirar por tan solo un segundo. El albino pudo ver que desde la válvula que la bestia se dirigía hacia él.

Chase había venido por él.

Jack sintió como su cuerpo no reaccionaba de lo incrédulo y asombrado que estaba, hasta que las lágrimas se deslizaron por su mejilla para darle las fuerzas para reaccionar. – ¡CHASE! –gritó a todo pulmón.

El dragón al escucharle, se dio cuenta en dónde estaba y en seguida fue por él para encontrarse con la jauría hambrienta y lista para matar. –Maurice. –llamó al cachorro que se había sujetado en la espalda de la bestia. –Bájate, será peligroso.

-Tenga cuidado, Amo. –soltó temeroso para entonces ver a Chase salir corriendo. Al momento de verlo, un par de lobos se lanzaron a atacarlo.

Pero el dragón era más fuerte.

Ambos lobos salieron volando para chocar contra los árboles muertos, mientras otros más se lanzaban y el resto seguía en el árbol. Al darse cuenta, Chase se abrió paso para ir por Jack, empujándoles para que cayeran inconscientes entre los árboles.

Sin voltear a ver a Chase, un lobo en seguida rasgó una vez más el árbol para que se derrumbara. La bestia no dudó en saltar para terminar del otro lado y atrapar al albino en brazos. Lo colocó delicadamente en el suelo, y le sostuvo el rostro igualmente de manera delicada para que sus garras no tocaran su piel. – ¿Estás bien? –preguntó. Jack asintió. –Quédate aquí. –ordenó para voltearse a los lobos que iban hacia ellos. Chase volvió a rugir, pero con todas sus fuerzas y los lobos se quedaron quietos hasta el punto de realmente dudar si seguir o no. Entonces, el mismo lobo que había derribado el árbol, se lanzó hacia Chase para que este bloqueara su mordida con su brazo. El dragón hizo un gesto de dolor.

-¡Chase! –soltó Jack al darse cuenta.

El dragón ignoró al joven para poder seguir defendiéndose, entonces, tomando al lobo del cuello, lo alzó frente a los demás mientras rugía para que al momento de cerrar el hocico se escuchara un crujido y el animal dejara de moverse.

Todos los lobos –y Jack –se quedaron inmóviles ante lo que acaba de suceder. Para el momento en el que reaccionaron, todos salieron corriendo dejando a Chase y a Jack, y al cadáver del lobo.

Qué fuerte. –Jack estaba asombrado, jamás había presenciado tal cosa, solo en sus sueños y en los libros que leía en el monasterio, por ello había llegado a pensar que debía de ser algo completamente imposible que llegara a suceder. Pero. Conocer a Chase ya era algo completamente imposible. –sonrió entonces.

-Jack. –llamó la bestia al volverse al joven y arrodillarse frente a él. –No te preocupes, no volverán nunca más. –soltó viendo el cadáver en el suelo. – ¿No te lastimaste, verdad?

-No, pero. ¿Qué hay de ti? ¡Tú sí te lastimaste por mí! –soltó el joven señalando su brazo que sangraba para que Chase se alejara un poco.

-Voy a estar bien. –aseguró. –No es nada que no pueda manejar.

-¡Pero…! –soltó Jack para que fuera cortado por un espasmo. – ¡Estás herido, por mi cu-ulpa! –logró decir con mucho esfuerzo, no quería pero había empezado a llorar frente a la bestia.

Chase al verle lleno de lágrimas con los ojos bien abiertos, volteo para atrás de él para ver a Ping-Pong que hacía unas señas, juntando sus patas sobre su pecho mientras pronunciaba sin voz: –Abrácelo. –Chase abrió los ojos cómo platos al entender y se volteo a Jack para verlo cubriendo su rostro entre sus manos sufriendo de espasmos. El dragón alzó sus manos a la altura de los hombros de Jack pero no se encontró el tocarlo, no parecía ver en dónde podía tocarlo sin romperlo. Al no saber qué hacer, se volvió de nuevo a Ping-Pong para que le dijera lo mismo con más porras.

Chase tomó aire y con toda la delicadeza del mundo tocó el hombro del albino. –Jack. –le llamó para que el joven le volteara a ver. Sonrojado, y lleno en lágrimas, un par de ojos rojos le miraban con dolor, pero no de ofensa, sino dolor lleno de empatía. –Jack. –volvió a decir mientras retiraba una lágrima de su mejilla con su garra, apenas tocándole el rostro Jack pudo sentir el calor y las textura de su piel. –Todo está bien. –le aseguró. –Vamos al palacio. –dijo para guiarlo empujándole por la espalda, muy despacio.

XXXXXX

Raimundo estaba sentado en los helados escalones de la entrada del Monasterio Xiaolin, parecían unas escaleras sin fin, puesto el monasterio se encontraba hasta la cima del monte, y el mero pueblo estaba a pie de él. Estaba mirando el cielo nublado y estaba seguro de que pronto la noche caería junto con la nieve, y todo se volvería a pintar de blanco. Se sentía arto y cansado, estaba comenzando a dudar si Fung realmente haría algo con respecto a Jack, o si al menos su maestro se le ocurriera verificar si Jack se encontraba con vida. Sentía que tenía que hacer algo, y no era que Jack fuera su persona favorita, que va! No. Sino que algo muy dentro de su ser le exigía que si podía hacer algo al respecto, debía de hacerlo. Así fue como se le inculcó en el monasterio.

-¿Qué tienes, Rai? –escuchó a un lado para ver a un hombre alto, calvo con el uniforme de general de la guardia.

-General Guan. –soltó al ponerse de pie. Estaba nervioso, puesto su superior le había sorprendido haciendo nada cuado debía de estar al servicio.

Guan al verle rió y se sentó en el escalón para incitar al joven hacer lo mismo, lo hizo. Sin decir nada, ambos voltearon a ver al cielo y ver que había vuelto gris y el frío estaba aumentando. –Va a nevar. –dijo el mayor tranquilo.

-Lo sé. –suspiró con una expresión melancólica.

-Algo te molesta. –aseguró el general para que Rai bajara la cabeza. –Y no puedo dejar que estés en servicio si no estás concentrado. –dijo entonces, el ojiverde volteo a verle con una expresión sorprendida. –Es más, solo porque eres joven voy a darte un tiempo para que pienses bien las cosas. Analízalas, y entonces vuelve y dime si te quedas o no. –ordenó para que se pusiera de píe y Raimundo se quedara completamente boquiabierto.

-Pero-

-Hasta entonces. –se fue.

XXXXXX

Jack se encontraba solo en los pasillos del palacio, pasando por las ventanas que estaban abiertas de par en par, ya no sintió el irse a tratar de arreglar ese candelabro, ya no sentía las fuerzas para hacerlo. No entendía precisamente el porqué. Siguió vagando hasta llegar a una especie de sala, en la que le hizo preguntarse, cuantas habían en ese palacio, pero lo curiosos de esa sala, es que estaba algo que solo había visto en ilustraciones de libros, un piano. Se acercó al piano lentamente mientras acariciaba la madera oscura, estaba tan limpia que se reflejaba todo en ella. Llegó al frente de él para sentarse y abrirlo y observar las teclas. Eran tan blancas cómo sus dedos. Con toda la ansiedad que sentía, no pudo evitar el tocar tan solo una tecla para que resonara en todo el lugar.

Jack se tensó y observó a su alrededor por temor de molestar a alguien, o peor, a Chase. Al ver que se encontraba solo se volvió a las teclas, volvió a tocar una más.

Estaba fascinado, jamás había escuchado uno.

-¿Sabes tocar? –escuchó detrás suyo para sacarle un susto muy fuerte.

-¡Chase! –soltó al reconocer la voz. –Deja de asustarme así. –suplicó.

-Deja de asustarte. –contestó parpadeando lentamente desde la puerta. – ¿Sabes tocar el piano? –repitió para regresar al joven al tema.

Jack parpadeo y se volteo al piano. –Oh, no. Claro que no. Jamás he visto uno en persona. –confiesa con una sonrisa melancólica – ¿Y tú?

Chase, de manera automática caminó hasta dónde Jack para que este le invitara a sentarse justo a su lado en el banco del piano.

-Hace mucho. –contestó para mostrar sus manos. Verdes y con enormes garras negras. –Ya no.

Jack observó sus manos unos momentos, realmente eran de animal, podría jurar que esas garras eran tan afiladas, que tan solo tocarlas le desgarrarían la piel, tragó duro. – ¿Te crecieron demás? –preguntó señalando las manos.

Chase, divertido, aguantó sus enormes ganas de soltar una carcajada. Jack parecía creer que él siempre fue así. Pueda que realmente lo crea. –pensó. –Algo así. –soltó entonces para dejarle creer eso, parecía lo mejor.

Jack no contestó, este solo observó las teclas después de escuchar lo que había mencionado Chase, qué ya no lo hacía por eso… entonces. – ¿Podrías enseñarme? –pregunto volteándose a verle.

Al escucharle, el dragón en seguida volteó para verle a los ojos. – ¿Quieres aprender a tocar el piano? –preguntó en un tono incrédulo, podía ver nerviosismo en el par de rubíes que tenía el joven como ojos.

-Déjame tocar para ti. –dijo con fuerza para hacer que Chase se sorprendiera, el albino al notarlo en seguida mejoró su respuesta. –Por lo que hiciste por mi, allá con los… lobos. –se explicó.

Chase en seguida desvió la mirada, no estaba seguro de si debía o no… pero. ¿Qué tenía que perder? Nada, y no parecía causar ningún mal, de hecho, podría mantener a Jack lejos de peligros... Sin mencionar que hacia años en los que no escuchaba el piano. Se volvió a él. –Muy bien.

Al escucharle, el albino en seguida se acomodó bien, listo para aprender.

Comenzaron a tocar entonces. Para la sorpresa de Chase, Jack aprendía bastante rápido, así que no tuvo ninguna dificultad con él, además, el albino contaba con un grandioso par de manos, muy habilidoso con ellas. Estuvieron tocando hasta que el sol se ocultó y el cielo se oscureció, y Jack había caído rendido.

Al notarlo, el dragón entonces lo cargó en brazos para llevarlo a su habitación. Cuando salió al pasillo no pudo evitar quedarse helado al notar que una pantera le observaba. El dragón enseguida volteo a ver al muchacho en sus brazos para volverse al felino.

-Se quedó dormido. –explicó.

-Por supuesto. –contestó pasándole de largo.

Chase bufó.

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Espero que les haya gustado.
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MensajeTema: Re: El Chico y La Bestia: Capítulo 3   El Chico y La Bestia: Capítulo 3 Icon_minitimeSáb Mayo 03, 2014 11:43 pm

Manny no quiero presionarte ni mucho menos pero, como dice un dicho acá donde vivo; Estoy esperando la continuación del fic como agua de Mayo

¿Disfrutas destrozando mi corazón y torturándome con no dejarme saber lo que sigue? D':

Waaa!!! Necesito saber que sigue *sniff*

Mis ganas de leer un nuevo capítulo son perfectamente explicadas en la siguiente imagen:

Spoiler:

Así, exactamente, esta mi cara todo el tiempo. Ten piedad de mí *puppy eyes*

'Key, puedo esperar... No demasiado... Sólo recuerda que esta pobre y torturada alma sigue esperando nuevo capítulo ;D  

Suriee~
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MensajeTema: Re: El Chico y La Bestia: Capítulo 3   El Chico y La Bestia: Capítulo 3 Icon_minitimeMar Mayo 06, 2014 5:33 pm

Querida Manny Heatlook,
escribo la presente para informarle,... ok,no; quiero la conti pronto   tzuki4 
"¿Jack tiene un par de manos habilidosas?"--- (dectetor de pervertida malpensando ding ding ding)

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MensajeTema: Re: El Chico y La Bestia: Capítulo 3   El Chico y La Bestia: Capítulo 3 Icon_minitime

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